25 jun 2006

LA IMPOSIBLE UTOPIA DE RODRIGUEZ ZAPATERO

¿Cómo es la hoja de ruta del proceso de paz español? ¿Quiénes son los principales actores del proceso de paz abierto con el grupo separatista ETA? ¿Qué papel juegan los nacionalistas vascos en la ambiciosa jugada política del Primer Ministro español? ¿Hasta dónde está dispuesta a llegar la derecha en la oposición para impedir que el Partido Socialista Obrero Español consiga concretar uno de los sueños más ansiados de las sociedad española desde el final de franquismo? España y Europa se juegan en esta movida la posibilidad de erradicar al último grupo armado que opera en el continente desde finales de los años cincuenta. Pero no es oro todo lo que reluce y comienzan a aparecer las primeras espinas en el camino que se ha trazado el Primer Ministro más audaz que ha tenido España desde los tiempos de Felipe González.



OSCAR GUISONI
Página/12 en España

Cuando en marzo de 2004 José Luís Rodríguez Zapatero ganó las elecciones generales en España se propuso dos objetivos políticos de alto vuelo: modificar el sistema federal nacional y acabar definitivamente con ETA. Mientras el primero está a punto de concluirlo con éxito y menos desgaste del esperado, después del exitoso cambio en el estatuto de autonomía catalán aprobado por abrumadora mayoría (75 %) en un referéndum llevado a cabo el pasado domingo, el segundo se está revelando un hueso duro de roer.
Mientras la sociedad observa con expectación y escepticismo típico español el proceso abierto después de la tregua indefinida decretada por ETA en marzo de este año, la oposición juega la carta más dura negándole al gobierno el consenso que necesita para obligar al grupo separatista vasco a desaparecer.
Si algo no le falta a Rodríguez Zapatero es olfato político y sentido del riesgo. Si se suma a estas virtudes un contexto internacional y local más que propicio, todo apunta a que esta vez el sueño que acaricia la sociedad española desde los tiempos del fin de la dictadura franquista está más cerca que nunca de volverse realidad.
Desde los primeros días de su gobierno Zapatero comenzó a insinuar que el fin de ETA estaba cerca y que el gobierno tenía “serios indicios” de que la banda estaba pensando seriamente en poner fin a su aventura armada. El Partido Popular, en la oposición, fue el primero en dudar de estas afirmaciones y comenzó a forjar la imagen de un Zapatero conciliador con el grupo vasco, improvisado y falto de convicciones democráticas suficientes.
Pero el Primer Ministro español sorprendió a propios y extraños cuando anunció en marzo el comienzo del alto el fuego definitivo de ETA y la oposición de centroderecha tuvo que cambiar el libreto a pasos agigantados. A partir de ese momento el gobierno comenzó a dejar traslucir que contaba ya con una hoja de ruta firme y pensada con varios meses de antelación para llevar el proceso de paz a buen puerto. Todo hubiese salido perfecto si en el medio no se hubieran metido actores insospechados y poco oportunos que durante los cálidos días del comienzo de este verano han comenzado a sembrar de espinas el camino.

LA ANSIEDAD DE LOS NACIONALISTAS

Cuando Zapatero reabrió el siempre agitado debate nacionalista en la península con su propuesta de modificar los estatutos que rigen las autonomías (provincias) españolas, fueron los dirigentes del Partido Nacionalista Vasco los primeros en demostrarle que se estaba metiendo en terreno resbaladizo. El PNV gobierna el País Vasco (una de las tres autonomías con más pretensiones nacionalistas, junto con Cataluña y Galicia) desde el final de la dictadura franquista y nunca ha ocultado que su objetivo político es lograr la independencia de los vascos del estado español. Un objetivo peligrosamente cercano al que ha perseguido ETA desde su nacimiento en 1959.
Su máximo dirigente, el Lehendakari (nombre con el que designa históricamente al presidente de la autonomía vasca) Juan José Ibarretxe presentó al Congreso un proyecto de reforma del estatuto de autonomía cuasi independentista que fue rechazado con contundencia. El gobierno pensó que todos sus planes de reforma federal se habían ido al traste con mayor velocidad de la esperada. Pero Zapatero supo sacar provecho de la situación y ganó fama de firme defensor de la unidad de España con su rechazo, en un momento en el que la oposición lo acusaba de ser demasiado blandengue con las pretensiones nacionalistas. Gracias a ese capital político pudo enfrentar luego las críticas que le llovieron cuando sí aceptó la reforma del estatuto de autonomía que propuso Cataluña, la otra bestia negra de los fantasmas separatistas hispanos.
Pero el PNV quedó seriamente dañado después de la batalla y cuando se abrió el proceso de paz con ETA comenzó a vislumbrar una salida del túnel en el que se había metido con su fracaso plan de reforma autonómica. Los nacionalistas vascos necesitan demostrar que todavía cuentan y por ende no quieren quedar fuera de las negociaciones que emprenderán este verano los representantes del gobierno español con el grupo separatista.
Zapatero recordó con rapidez que fue esta misma ansia de protagonismo del PNV la que interfirió de manera letal en 1998 en las negociaciones que emprendió el gobierno del derechista José María Aznar con ETA. Los nacionalista vascos terminaron inmiscuyéndose en el proceso. Y no dudaron en mostrarse demasiado cercanos a las posiciones políticas de ETA. Esto hizo temer a la sociedad española en general y al gobierno del PP en particular que estaban destapando la caja de Pandora y que el paso siguiente a la desaparición del grupo terrorista iba a ser la independencia definitiva de los vascos. Aznar consideró inaceptable los términos políticos en los que se planteó la negociación y el proceso de paz quedó abortado.
Curado en salud, apenas se abrió el nuevo proceso de paz, Zapatero llamó a Ibarretxe a Moncloa y le pidió con elegancia que esta vez se mantuviera al margen. El Lehandakari obedeció pero su partido demostró esta semana que no está por la labor y su Presidente Jon Josu Imaz anunció esta semana que el PNV dialogará con Herri Batasuna, brazo político de ETA a pesar de lo que opine el gobierno socialista. De seguir por este camino, es muy probable que el nacionalismo vasco de tinte conservador se presente como un actor difícil de manejar para el Presidente del gobierno español

LA HOJA DE RUTA

Basándose en las exitosas conversaciones de paz que mantuvieron en su momento el IRA y el gobierno británico, Zapatero ha logrado diseñar, a pesar de todos estos inconvenientes, una hoja de ruta que piensa cumplir a rajatabla para llevar las conversaciones a buen puerto.
Por primera vez, esta semana, esa hoja de ruta ha comenzado a ver la luz pública. El único elemento discordante en la estrategia del gobierno es la férrea oposición que ha demostrado durante los últimos días el Partido Popular, aliándose con las asociaciones de víctimas del terrorismo, junto a las cuales protagonizó la semana pasada una multitudinaria manifestación en Madrid.
Pero Zapatero no parece dispuesto a echarse atrás y está tan convencido de que el fin de ETA es una utopía realizable que está dispuesto a llevar a cabo su plan hasta el final. El primer paso establecido en la hoja de ruta consiste en comunicar oficialmente a Mariano Rajoy, máximo referente del Partido Popular, que las conversaciones con ETA van a comenzar. Ese anuncio se hará en el Congreso durante el transcurso de los próximos días.
Durante esta comparecencia el Primer Ministro español pedirá al Parlamento un voto de apoyo y tratará de que el PP se sume a la iniciativa a pesar de sus reticencias. Los populares le piden que antes aclare que no tiene compromisos previos con ETA, algo que el gobierno ha desmentido esta semana con contundencia. La derecha pretende, además, que no se pague ningún precio político a la banda, un punto en el que el PSOE no está tan dispuesto a transigir, ya que cree que hay que dejarle a ETA abierta la puerta de una salida honorable. Esa salida consistirá en la legalización de Herri Batasuna para que pueda presentarse a las próximas elecciones autonómicas y un virtual acercamiento de los presos etarras a las prisiones del país vasco. Se descarta, por ahora, que se produzca una amnistía para los más 500 miembros de ETA que permanecen en prisión.
El tercer paso, que se espera tenga lugar durante los últimos días de julio, será el inicio del dialogo directo entre el grupo separatista y el gobierno. Mientras tanto, el Partido Socialista Vasco (brazo político del PSOE en Euskadi) se entrevistará oficialmente con Herri Batasuna por primera vez. Este detalle es uno de los que más molestan al PNV que ve cómo pierde protagonismo frente a un rival electoral directo que a punto estuvo de ganarle las últimas elecciones autonómicas.
El quinto paso, mantenido hasta ahora en el más absoluto secreto por parte del gobierno Zapatero, aunque muchos actores y analistas políticos lo daban ya por hecho, consistirá en la legalización de Batasuna y deberá tener como contrapartida una manifestación clara de este grupo político de que renuncia a la violencia como modo de lograr sus objetivos, incluída no sólo la lucha armada sino también la llamada “kale borroka”, una especie de intifada vasca que consiste en movilizar a sus jóvenes simpatizantes para que destrocen las ciudades en manifestaciones violentas. Este paso debería darlo Herri Batasuna, según la hoja de ruta, a finales de agosto, principios de septiembre.
Por último, y para contentar de este modo a los escurridizo nacionalistas del PNV, se armará una Mesa de Partidos en la que se negociará el futuro del País Vasco, una modificación de su actual estatuto de autonomía y la previsible concesión de mayores márgenes de autogobierno. La agenda de esta mesa de partidos no está por ahora definida y el mayor escollo es que ETA pretende que se incorpore a la discusión el futuro de la Comunidad Autónoma de Navarra, que no forma parte hoy del País Vasco pero que siempre ha sido reivindicada por los nacionalistas como parte indiscutible del mismo y el País Vasco Francés. Este punto se anuncia como el más conflictivo cuando se llegue a esta etapa.
El Presidente Chirac ha manifestado en más de una oportunidad su apoyo al proceso de paz español pero no quiere oír ni hablar de la cuestión vasca. Francia siempre ha sido un país de corte unitario que no ha dejado demasiado espacio a lo largo de su historia a las pulsiones nacionalistas. Se supone que ETA ha incorporado esta reivindicación para salvar la cara ante sus propias bases, pero que se impondrá finalmente el pragmatismo ya que el ejecutivo socialista poco puede hacer para convencer a Francia de que modifique su tradicional postura.




DERECHA FEROZ

La única incógnita que queda por despejar en medio de un escenario que Zapatero hasta ahora parece controlar con mano férrea, es hasta dónde está dispuesta a llegar la derecha en la oposición para aguarle la fiesta al gobierno. Algunas manifestaciones de generales retirados como la que protagonizó el pasado viernes el ex jefe del Ejército, Alfonso Pardo de Santayana, aludiendo al riesgo que corre la unidad de España hacen prever que los populares no ahorrarán munición a la hora de boicotearle el camino a Zapatero. La situación es tan tensa que hasta la misma Iglesia Católica ha bajado al ruedo y algunos de sus obispos en activo en el País Vasco han tratado de advertir al PP de que corren tiempos de moderación y no es hora de exacerbar el nacionalismo español con rancio sabor franquista.
Pero los sectores más duros son los que priman hoy en el entorno de Mariano Rajoy, mientras que las voces más aperturistas al proceso de paz, como del alcalde de Madrid Alberto Ruiz Gallardón parecen condenadas al ostracismo.
Los últimos sondeos de opinión, sin embargo, parecen darle la razón al gobierno. La imagen de Zapatero se consolida, la oposición pierde terreno y la mayoría de la población espera que la puerta que se ha abierto se cierre esta vez con éxito y ETA pase a ser sólo un recuerdo de unos años de plomo que poco a poco se han ido desvaneciendo. Si la utopía de Zapatero se cumple, con la desaparición de ETA desaparecerá también la última patología política heredada del franquismo y la tan mentada “transición española” habrá llegado a su fin.