30 may 2008

ATAQUE

Los libros no muerden, pensé. Aunque tuve que rendirme a la evidencia después del segundo ataque. Con el brazo aún sangrando coloqué un ladrillo sobre la tapa de las Obras Completas de B. y llamé a mi madre para contárselo. “Te advertí hace veinte años que no leyeras tanto” me dijo. Iba a replicarle cuando oí al ladrillo caer. Después un golpe seco sobre la yugular me dejó sin habla. Sentí como algunas letras se introducían en mi sangre. “El universo (que otros llaman la Biblioteca)” comencé a explicarle “se compone de un número indefinido, y tal vez infinito…” Pero mi madre cortó dejándome desangrado.